
Una vez más acá estoy. Mi gratitud sincera a quienes me
leen. Me complace haber llegado a más de 3000 visitas. A todos gracias.
Por cosas de la vida, he preferido acreditar mis
inspiraciones con representaciones pictóricas, y hoy no será la excepción. Y antes
de exhibirlas quisiera precisar algunos miramientos, del modo más campechano
que me sea permisible.
Cuando pensamos en un sistema político, social, o de
cualquier índole, lo que al final perpetuaremos de el será lo que de él se adquirió,
o lo que el sistema ofreció o dejo de dar.
En otras palabras, todo el aparataje que deviene de la implementación
de un sistema, será bien o mal valorado, según las resultas que ofrezca, más
que la titulación por el cual se eche de ver.
De esta idea parto para indicar que muchos sistemas en Venezuela,
están claustros en el encierro de una “titulación”, es decir, de una proclama, que
promete unos resultados que distan a miles de kilómetros de los que objetivamente
se pueden confirmar. De forma muy artesanal, pero sin titubeo, me he atrevido a
divulgar, dentro de los dos medios en los que hago vida profesional (Petróleo y
Tribunales), que más allá del sistema
que se nos anuncia, socialista,
revolucionario o cualquier otra gansada política, lo que realmente importa
es los resultados que los ciudadanos de a pie experimentan, y que los han
llevado a peregrinar el fosco destino, que a modo de gabela, ha sido señalado
por una cúpula política, mandante.
De esta situación no se escapa ningún organismo del estado;
ni las instituciones judiciales, ni las instituciones que, en teoría, deben
defender los derechos laborales del obrero, ni siquiera nuestra principal
industria productora de divisas PDVSA.
Y en el caso de PDVSA, por la naturaleza de las actividades
llevadas a cabo, un espejismo de los resultados que se esperarían de una
empresa de tal envergadura, sencillamente pueden desencadenar una incidencia de
menor o mayor cuantía, como resultado de situaciones que pudieron ser
controladas (inversión y mantenimiento), y no se hizo. Y esas incidencias, la mayoría
de las veces envuelven a quienes menos son responsables de tal escenario.
Hace algunos días, y en algún lugar de la planchada de
carga del terminal de embarque de Bajo Grande, en la ciudad de San Francisco,
del estado Zulia, uno de “esos”, que no
son responsables de la hecatombe político-socio-industrial en
desarrollo, tuvo un accidente que pudo haberle costado la vida (los resultados
de los que hablaba al principio, producto de un sistema, del que se cree, su titulación,
garantizara positivos resultados). Un bote de fluido hidráulico, reportado en
decenas de informes, bien por el Jefe de Servicio portuario, como por los “Loading
Master” respectivos según guardia, causo el derrape de este pobre mortal. Falto
muy poco para haber caído al agua. Y el aderezo fue, que dicho hecho ocurrió
hace apenas ocho días, en plena madrugada operativa, con buques en plenos
procesos de carga/descarga.
Es precisamente este, uno de los tantos “resultados materiales consecuenciales” sucedido
de las maneras mediante las cuales se han pretendido dirigir o instituir los
sistemas, inclusos los industriales; tan solo apostando la realidad completa de
un país, con más de 30 millones de mortales, a la “titulación” de un sistema.
Socialismo del siglo XXI, vociferan por allí. He aquí los resultados. Y nadie debería
asombrarse. De hecho ya nadie se pasma de tales sergas. ¿Que cosas no?








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