
El
último paso en la peligrosa escalada de confrontación de la oligarquía chavista
contra la decisión del pueblo venezolano, expresada de manera inequívoca a
través del sufragio, y que se traduce en una mayoría de la resistencia
democrática en la AN, es verdaderamente vergonzoso para cualquier persona de
talante democrático, chavista o no.
El mandato contenido en la Constitución no
deja lugar a dudas:
Artículo
5. La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce
directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e
indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder
Público.
Los
órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.
El
ciclo de burla, engaño y traición al pueblo que se iniciara hace cerca de 20
años está llegando a su etapa terminal y más trágica para Venezuela.
Enfrentados al rechazo del pueblo al que pretenden interpretar; por quien dicen
soñar; y al cual pretenden dirigir, la oligarquía enquistada en el poder
pretende cometer el atropello último: minar y desconocer el mandato popular, origen
único e indiscutible de cualquier pretensión sobre los destinos de Venezuela a
los que se crea con derecho la revolución chavista.
La
corrupción moral e intelectual que se esconde detrás de la maniobra politiquera
de pretender vaciar de poder a la AN que entra en funciones en enero de 2016,
no puede entenderse sino por el temor cerval que habita en Miraflores a perder
el poder. Como si no fuera suficiente la apropiación del nombre de Bolívar, la
distorsión de nuestra historia, el empobrecimiento de la nación, y el
enfrentamiento entre venezolanos que ha producido este dislate histórico de
proporciones épicas, hay que ahora sumarle la usurpación de la soberanía
popular. No se trata por supuesto de que el grupo encabezado por Maduro y
Cabello sean los responsables exclusivos del desastre en que se ha convertido
Venezuela.
La expresión “el legado de Chávez” tiene al menos dos
interpretaciones. Para sus seguidores, Chávez dejó la semilla del sueño
revolucionario y el grupo actualmente en el poder está destruyendo ese legado y
arruinando el considerable capital político que construyera el Comandante. Para
la resistencia democrática una parte importante de ese legado es, precisamente,
haber dejado a Venezuela en manos de Maduro. Más aún, en cada uno de los pasos que
da, o deja de dar, el gobierno venezolano en relación a la economía, el control
social y de los poderes públicos, y la represión de la disidencia, se puede
evidenciar con claridad el legado de Chávez. Es por eso una tarea de gimnasia
mental y política muy compleja la que los antiguos ministros del gabinete de
Chávez, como Héctor Navarro, Jorge Giordani, o Víctor Alvarez, por sólo
mencionar a algunos que se han convertido en letales críticos del gobierno,
pretenden afrontar cuando intentan separar las aguas primigenias de la
revolución de los actuales lodos de la destrucción de la nación.
Pero
en rigor, debo admitir que pienso que gente como Navarro, Giordani y Alvarez,
aunque profundamente equivocados, creyeron en algo, y que para ellos es moral y
éticamente válido plantearse la salvación de su versión del legado de Chávez.
Nada de esto es válido para quienes pretender desconocer la soberanía última,
que descansa en el pueblo, para salvar su propio pellejo y arrastrar a
Venezuela a una hecatombe de enfrentamiento y parálisis en la cual el espectro
de la violencia gravita cada vez con más fuerza. Su conducta convierte a los
cabecillas de este despropósito en los verdaderos sepultureros de la
revolución, y así debería ser reconocido por propios y extraños. Otra sería la
realidad si Maduro y Cabello asumieran el mandato popular, actuaran como estadistas
y le tendieran la mano al otro país. El pueblo venezolano votó por un cambio,
por la reconstrucción y reunificación del país y los usurpadores de la
soberanía popular pretenden impedirlo. De eso se trata, ni más ni menos, lo que
intenta hacer la oligarquía chavista gobernante.
Resta
por saber lo que hará lo que queda de chavismo honorable, democrático y con
sentido de la ética política frente a la acción de usurpación de la soberanía
popular que pretende el gobierno y un sector del movimiento político chavista.
De su respuesta y la de la resistencia democrática, tanto la agrupada en la MUD
como en la sociedad civil, dependerá que los sepultureros de la revolución no
terminen por arrastrar a Venezuela a una tragedia. El pueblo ya habló. ¿Por qué
es tan difícil escuchar el estruendo cívico y pacífico de esa voz?
Tomado de "Lapatilla.com"
M.sc Juan Tovar
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