
La
denominada “enfermedad holandesa”, es una aparente relación existente entre el
desarrollo económico de recursos naturales en un país y una declinación de su
sector manufacturero.
Es
extremadamente obvio, que la Venezuela actual pareciera ser un ejemplo palpable
de esta enfermedad holandesa, en atención a la “desatención” que pesa sobre la
correcta administración de nuestros bienes.
El
incremento de los ingresos de un país, por efecto de la explotación de algún
recurso natural no renovable (petróleo, gas, minería) que se factura a otras
naciones, involucrará la entrada al país de una trascendental pleamar de
divisas, lo que en teoría debería presionar a la revaluación de la moneda
nacional.
De
una manera muy simple, podemos decir que el tipo de cambio de una moneda por
otra depende de la cantidad de dinero en bolívares, por ejemplo, en comparación
con la cantidad de dólares en reserva. Si tenemos en la economía una suma total
de dinero de Bs.100 y poseemos en reservas US$100, el tipo de cambio sería
Bs.100/Us$100, o sea US$1 igual Bs1.
Sin
embargo, si por la exportación de un recurso natural o el aumento de precios,
las reservas internacionales suben a US$200, el tipo de cambio sería
Bs.100/US$200, o sea, US$1 igual a Bs0,5. Esto significa una revaluación de la
moneda frente al dólar.
El
promover e incentivar el uso eficiente de los recursos naturales incide por
ejemplo, en este hecho cierto de Venezuela, donde la moneda ha sufrido una
perenne devaluación constante en el tiempo, manteniendo un mínimo de sobrevaluación
(artificial), con auxilio del control del cambios.
Un
ejemplo palpable de ello, es el hecho de que en Venezuela, en los últimos años
la nómina petrolera (de personal, de gastos, etc) se ha venido incrementando
sustancialmente, aunque paradójicamente se sigue produciendo el mismo volumen
de crudo que hace más de una década. Esto tiene que verse como una indudable
pérdida de eficiencia en la producción de hidrocarburos, producir lo mismo que
antes o menos y con más gente. Esto también debe verse desde la perspectiva de
una creación artificial de empleos, y el hecho de que PDVSA se ha dedicado a
otras actividades distintas a la extracción de petróleo, alimentación,
viviendas, agricultura, etc.
¿Cómo
negar que los recursos naturales de este gran país, estén mermando
vertiginosamente a consecuencia de estas erráticas cuasi políticas públicas?
El
modelo de la enfermedad holandesa también imprime un "efecto gasto"
como resultado de los ingresos extraordinarios que se reciben del sector de los
recursos naturales que percibe un boom que acrecienta la demanda de mano de
obra que sale del sector rezagado, la industria y en particular, la dedicada a
las exportaciones. En Venezuela vemos como el sector de exportaciones no
tradicionales prácticamente ha desaparecido, y el sector industrial para el
consumo interno está en muy malas condiciones.
En
el modelo se plantea un crecimiento de los servicios y los precios. En
Venezuela vemos como los únicos sectores que siguen creciendo son la banca y
las telecomunicaciones.
Debemos
señalar que se han estudiado mecanismos para reducir la amenaza de la
enfermedad holandesa. Uno de estos mecanismos es disminuir la revaluación de la
moneda y promover una mayor competitividad del sector manufacturero. En el caso
venezolano, se ha hecho todo lo contrario, se implementó un control de cambios
para evitar la salida de dólares y se ha mantenido un tipo de cambio
sobrevaluado. Esto ha hecho que los productos manufacturados venezolanos sean
más caros que los importados a la tasa de cambio oficial, socavando la
competitividad de la manufactura nacional.
Otra
vía para minimizar el efecto de la enfermedad holandesa, es la llamada
esterilización de los ingresos provenientes del boom, que consiste en no traer
dichos ingresos al país de una sola vez, sino hacerlo en forma paulatina. Se
trata de crear fondos de ahorros en el exterior. Este es el caso de Noruega que
cuenta con un fondo soberano de ahorro proveniente de los ingresos de la
explotación de mar del norte de un millón de millones de dólares.
Sin
embargo, en los países en desarrollo como Venezuela, existe una coacción política
magna para usar los ingresos del boom para apaciguar la pobreza, sin tomar en
consideración el equilibrio macroeconómico. Todos tenemos claro que la lucha
contra la pobreza y la creación en Venezuela de fondos (Miranda, chino, etc.)
no para ahorrar, sino para transferir fondos a los más necesitados por la vía
de programas sociales ha sido una bandera política.
Los
ingresos por el boom de precios petroleros han ido en gran parte a programas
sociales que finalmente incrementan el consumo y la demanda de bienes y
servicios, demanda que no puede ser atendida por la manufactura nacional y en
virtud de la sobrevaluación de la moneda genera un aluvión de importaciones.
Debemos destacar que en la Venezuela actual, el gobierno a través de sus
agencias se ha convertido en el principal importador de todo tipo de rubros.
Una
manera de controlar la inflación y estabilizar la economía es a través de
mantener una férrea disciplina fiscal y un presupuesto superavitario. Lo
anterior tiene sentido, en virtud de que la inflación se alimenta de un exceso
de circulante. En Venezuela se da todo lo contrario, todos los años se
establecen presupuestos deficitarios que posteriormente implica la concesión
por parte de la Asamblea Nacional de créditos extraordinarios, y a pesar de lo
abultado de los ingresos por exportación de petróleo, el gobierno nacional debe
endeudarse. Además, las estadísticas del Banco Central dan cuenta del aumento
desmesurado del dinero circulante producto de emisiones para cubrir los
compromisos financieros del gobierno central y PDVSA. Por lo tanto, en
Venezuela no ha habido una política antiinflacionaria.
También,
es posible a través de inversiones en infraestructura y educación mejorar la
competitividad del sector rezagado, manufactura y agricultura. Lamentablemente,
no es el caso de Venezuela donde hay serios problemas de suministro de energía
eléctrica, de agua y deterioro de las vías de comunicación. En lo relativo a la
educación ha habido una expansión en lo cuantitativo, pero la calidad de la
educación sigue siendo bastante mala. La inversión en educación debería
perseguir contar con mayor cantidad de técnicos y profesionales en ciencias
puras y aplicadas que es lo que requiere la industria en cualquier país.
Penosamente,
no estoy satisfecho con este sistema imperante, y es deber de todo venezolano
manifestarlo; en su momento, nuestros gobernantes tuvieron la oportunidad de
ofrecer una reivindicación debida a los más pobres, con justicia e inclusión
social; pero ya es muy tarde para rectificar, porque cualquier rectificación
para retomar los equilibrios macroeconómicos liará un duro golpe a la calidad
de vida de los más humildes y de la clase media, y como para empeorar las
cosas, pareciera que no hay energía política para la rectificación en el plano
económico, solo un cálculo político para retener el poder. Esta supuesta revolución
está intentando sobrevivir, exclusivamente en el plano económico.
Por
último, tampoco hay un sentido de realismo respecto al futuro de Venezuela;
estos caballeros de la revolución plantean la tesis indefectible de que
Venezuela siempre será un un país petrolero por los siglos de los siglos; tal situación
derivara en que los más desposeídos y los asalariados se llevaran la peor
parte.
Mis disculpas a los ofendidos.
M.sc JUAN TOVAR
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