20 de julio de 2015

Revolucion (arios): Ciegos, sordos y mudos.



La denominada “enfermedad holandesa”, es una aparente relación existente entre el desarrollo económico de recursos naturales en un país y una declinación de su sector manufacturero.

Es extremadamente obvio, que la Venezuela actual pareciera ser un ejemplo palpable de esta enfermedad holandesa, en atención a la “desatención” que pesa sobre la correcta administración de nuestros bienes.

El incremento de los ingresos de un país, por efecto de la explotación de algún recurso natural no renovable (petróleo, gas, minería) que se factura a otras naciones, involucrará la entrada al país de una trascendental pleamar de divisas, lo que en teoría debería  presionar a la revaluación de la moneda nacional.

De una manera muy simple, podemos decir que el tipo de cambio de una moneda por otra depende de la cantidad de dinero en bolívares, por ejemplo, en comparación con la cantidad de dólares en reserva. Si tenemos en la economía una suma total de dinero de Bs.100 y poseemos en reservas US$100, el tipo de cambio sería Bs.100/Us$100, o sea US$1 igual Bs1.

Sin embargo, si por la exportación de un recurso natural o el aumento de precios, las reservas internacionales suben a US$200, el tipo de cambio sería Bs.100/US$200, o sea, US$1 igual a Bs0,5. Esto significa una revaluación de la moneda frente al dólar.

El promover e incentivar el uso eficiente de los recursos naturales incide por ejemplo, en este hecho cierto de Venezuela, donde la moneda ha sufrido una perenne devaluación constante en el tiempo, manteniendo un mínimo de sobrevaluación (artificial), con auxilio del control del cambios.

Un ejemplo palpable de ello, es el hecho de que en Venezuela, en los últimos años la nómina petrolera (de personal, de gastos, etc) se ha venido incrementando sustancialmente, aunque paradójicamente se sigue produciendo el mismo volumen de crudo que hace más de una década. Esto tiene que verse como una indudable pérdida de eficiencia en la producción de hidrocarburos, producir lo mismo que antes o menos y con más gente. Esto también debe verse desde la perspectiva de una creación artificial de empleos, y el hecho de que PDVSA se ha dedicado a otras actividades distintas a la extracción de petróleo, alimentación, viviendas, agricultura, etc.

¿Cómo negar que los recursos naturales de este gran país, estén mermando vertiginosamente a consecuencia de estas erráticas cuasi políticas públicas?

El modelo de la enfermedad holandesa también imprime un "efecto gasto" como resultado de los ingresos extraordinarios que se reciben del sector de los recursos naturales que percibe un boom que acrecienta la demanda de mano de obra que sale del sector rezagado, la industria y en particular, la dedicada a las exportaciones. En Venezuela vemos como el sector de exportaciones no tradicionales prácticamente ha desaparecido, y el sector industrial para el consumo interno está en muy malas condiciones.
En el modelo se plantea un crecimiento de los servicios y los precios. En Venezuela vemos como los únicos sectores que siguen creciendo son la banca y las telecomunicaciones.

Debemos señalar que se han estudiado mecanismos para reducir la amenaza de la enfermedad holandesa. Uno de estos mecanismos es disminuir la revaluación de la moneda y promover una mayor competitividad del sector manufacturero. En el caso venezolano, se ha hecho todo lo contrario, se implementó un control de cambios para evitar la salida de dólares y se ha mantenido un tipo de cambio sobrevaluado. Esto ha hecho que los productos manufacturados venezolanos sean más caros que los importados a la tasa de cambio oficial, socavando la competitividad de la manufactura nacional.

Otra vía para minimizar el efecto de la enfermedad holandesa, es la llamada esterilización de los ingresos provenientes del boom, que consiste en no traer dichos ingresos al país de una sola vez, sino hacerlo en forma paulatina. Se trata de crear fondos de ahorros en el exterior. Este es el caso de Noruega que cuenta con un fondo soberano de ahorro proveniente de los ingresos de la explotación de mar del norte de un millón de millones de dólares.

Sin embargo, en los países en desarrollo como Venezuela, existe una coacción política magna para usar los ingresos del boom para apaciguar la pobreza, sin tomar en consideración el equilibrio macroeconómico. Todos tenemos claro que la lucha contra la pobreza y la creación en Venezuela de fondos (Miranda, chino, etc.) no para ahorrar, sino para transferir fondos a los más necesitados por la vía de programas sociales ha sido una bandera política.

Los ingresos por el boom de precios petroleros han ido en gran parte a programas sociales que finalmente incrementan el consumo y la demanda de bienes y servicios, demanda que no puede ser atendida por la manufactura nacional y en virtud de la sobrevaluación de la moneda genera un aluvión de importaciones. Debemos destacar que en la Venezuela actual, el gobierno a través de sus agencias se ha convertido en el principal importador de todo tipo de rubros.
Una manera de controlar la inflación y estabilizar la economía es a través de mantener una férrea disciplina fiscal y un presupuesto superavitario. Lo anterior tiene sentido, en virtud de que la inflación se alimenta de un exceso de circulante. En Venezuela se da todo lo contrario, todos los años se establecen presupuestos deficitarios que posteriormente implica la concesión por parte de la Asamblea Nacional de créditos extraordinarios, y a pesar de lo abultado de los ingresos por exportación de petróleo, el gobierno nacional debe endeudarse. Además, las estadísticas del Banco Central dan cuenta del aumento desmesurado del dinero circulante producto de emisiones para cubrir los compromisos financieros del gobierno central y PDVSA. Por lo tanto, en Venezuela no ha habido una política antiinflacionaria.

También, es posible a través de inversiones en infraestructura y educación mejorar la competitividad del sector rezagado, manufactura y agricultura. Lamentablemente, no es el caso de Venezuela donde hay serios problemas de suministro de energía eléctrica, de agua y deterioro de las vías de comunicación. En lo relativo a la educación ha habido una expansión en lo cuantitativo, pero la calidad de la educación sigue siendo bastante mala. La inversión en educación debería perseguir contar con mayor cantidad de técnicos y profesionales en ciencias puras y aplicadas que es lo que requiere la industria en cualquier país.
Penosamente, no estoy satisfecho con este sistema imperante, y es deber de todo venezolano manifestarlo; en su momento, nuestros gobernantes tuvieron la oportunidad de ofrecer una reivindicación debida a los más pobres, con justicia e inclusión social; pero ya es muy tarde para rectificar, porque cualquier rectificación para retomar los equilibrios macroeconómicos liará un duro golpe a la calidad de vida de los más humildes y de la clase media, y como para empeorar las cosas, pareciera que no hay energía política para la rectificación en el plano económico, solo un cálculo político para retener el poder. Esta supuesta revolución está intentando sobrevivir, exclusivamente en el plano económico.

Por último, tampoco hay un sentido de realismo respecto al futuro de Venezuela; estos caballeros de la revolución plantean la tesis indefectible de que Venezuela siempre será un un país petrolero por los siglos de los siglos; tal situación derivara en que los más desposeídos y los asalariados se llevaran la peor parte.

Mis disculpas a los ofendidos.

M.sc JUAN TOVAR

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